jueves, 26 de septiembre de 2013

Textos narrativos


Analiza los siguientes fragmentos narrativos (estructura, punto de vista, personajes, etc.)

a)
“Al llegar a Concord, decidí dar un rodeo y pasar por el cuartel general de la policía estatal para visitar al sargento Gahalowood y presentarle algunas hipótesis que había esbozado desde nuestro breve encuentro.
El cuartel general de la policía estatal de New Hampshire, sede de la brigada criminal, era un gran edificio de ladrillo rojo situado en el número 33 de Hazen Drive, en el centro de Concord. Era casi la una de la tarde; me informaron de que Gahalowood había salido a comer y me pidieron que le esperara en un pasillo, sentado en un banco, al lado de una mesa donde se podía comprar café y revistas. Cuando llegó, una hora más tarde, llevaba impresa en la cara su expresión de pocos amigos.
—¿Así que es usted? —exclamó al verme—. Me llaman y me dicen: Perry, mueve el culo que hay un tío esperándote desde hace una hora, así que yo interrumpo el final de mi comida para venir a ver lo que pasa pensando que es importante, ¡y me encuentro con el escritor!
—No se lo tome a mal... Me parecía que habíamos empezado con mal pie y que quizás...
—Le odio, escritor, que le quede claro. Mi mujer ha leído su libro, y piensa que es guapo e inteligente. Su cara, en la contraportada de su libro, ha reinado sobre mi mesita de noche durante semanas. ¡Ha estado usted en nuestro dormitorio! ¡Ha dormido con nosotros! ¡Ha cenado con nosotros! ¡Ha venido de vacaciones con nosotros! ¡Se ha bañado con mi mujer! ¡Ha provocado las risitas de todas sus amigas! ¡Me ha jodido usted la vida!
“Está usted casado, sargento? Qué cosas, es usted tan desagradable que habría jurado que no tenía familia.
Hundió con furia su cabeza en su papada:
—Por amor de Dios, ¿qué es lo que quiere? —ladró.
—Comprender.
—Eso es muy ambicioso para un tipo como usted.
—Lo sé.”

 Dicker, Joël. “La verdad sobre el caso Harry Quebert.”

 b)

“–Esto es maravilloso -dijo cuando el señor Flawse hubo terminado-. No podría desear nada mejor.”
“–Yo sí -dijo el señor Flawse, mientras forcejeaba para ponerse la camisa de dormir-. Para librarme de ti tendré que casarme con esa zorra.
–¿Con una zorra? – se sorprendió Lockhart- Pero si yo creía…
–Con la madre, pedazo de alcornoque -dijo el señor Flawse, y se arrodilló en el suelo-: ¡Oh, Señor, tú que sabes que llevo noventa años torturado por los deseos carnales de las mujeres -se lamentó-, haz que en estos postreros años de mi vida me sea otorgada la paz que va más allá de toda comprensión y, a través de esta bendición tuya, condúceme por el camino del bien hasta el padre del bastardo de mi nieto, para que pueda azotar a ese puerco y dejarlo a dos dedos de la muerte. Amén.
Y después de esta nota de alegría se metió en la cama y dejó a Lockhart a oscuras, que se desnudó pensando en qué debía de ser eso de los deseos carnales de las mujeres.”

Pasaje de: Tom, Sharpe. “El bastardo recalcitrante.” 

c) 

“Aquel gesto familiar despertó en su alma una ola de recuerdos de su niñez y su juventud y, de repente, las tinieblas que cubrían su espíritu se desvanecieron y la vida se le presentó con todas las alegrías luminosas, radiantes, del pasado. Pero, no obstante, no apartaba la vista del segundo vagón, que, por momentos, se acercaba. Y en el preciso instante en que ante ella pasaban las ruedas delanteras, Ana lanzó lejos de sí su saquito de viaje y, encogiendo la cabeza entre los hombros, se tiró bajo el vagón.
Cayó de rodillas y, con un movimiento ligero, abrió los brazos, como si tratara de levantarse.
En aquel instante se horrorizó de lo que hacía. «¿Dónde estoy? ¿Qué hago? ¿Por qué?», se dijo. Quiso retroceder, apartarse, pero algo duro, férreo, inflexible, chocó contra su cabeza, y se sintió arrastrada de espaldas.
«¡Señor, perdóname!», exclamó, consciente de lo inevitable y sin fuerzas ya.
El hombrecito de sus pesadillas, diciendo en voz baja algo incomprensible, machacaba y limaba los hierros.
Y la luz de la vela con que Ana leía el libro lleno de inquietudes, engaños, penas y maldades, brilló por unos momentos más viva que nunca y alumbró todo lo que antes veía entre tinieblas. Luego brilló por un instante con un vivo chisporroteo; fue debilitándose… y se apagó para siempre.”

Tolstoi, León. “Ana Karenina.”


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