Analiza los siguientes fragmentos
narrativos (estructura, punto de vista, personajes, etc.)
a)
“Al llegar a Concord, decidí dar un rodeo y pasar por el cuartel general de
la policía estatal para visitar al sargento Gahalowood y presentarle algunas
hipótesis que había esbozado desde nuestro breve encuentro.
El cuartel general de la policía estatal de New Hampshire, sede de la
brigada criminal, era un gran edificio de ladrillo rojo situado en el número 33
de Hazen Drive, en el centro de Concord. Era casi la una de la tarde; me
informaron de que Gahalowood había salido a comer y me pidieron que le esperara
en un pasillo, sentado en un banco, al lado de una mesa donde se podía comprar
café y revistas. Cuando llegó, una hora más tarde, llevaba impresa en la cara
su expresión de pocos amigos.
—¿Así que es usted? —exclamó al verme—. Me llaman y me dicen: Perry, mueve
el culo que hay un tío esperándote desde hace una hora, así que yo interrumpo
el final de mi comida para venir a ver lo que pasa pensando que es importante,
¡y me encuentro con el escritor!
—No se lo tome a mal... Me parecía que habíamos empezado con mal pie y que
quizás...
—Le odio, escritor, que le quede claro. Mi mujer ha leído su libro, y
piensa que es guapo e inteligente. Su cara, en la contraportada de su libro, ha
reinado sobre mi mesita de noche durante semanas. ¡Ha estado usted en nuestro
dormitorio! ¡Ha dormido con nosotros! ¡Ha cenado con nosotros! ¡Ha venido de
vacaciones con nosotros! ¡Se ha bañado con mi mujer! ¡Ha provocado las risitas
de todas sus amigas! ¡Me ha jodido usted la vida!
“Está usted casado, sargento? Qué cosas, es usted tan desagradable que
habría jurado que no tenía familia.
Hundió con furia su cabeza en su papada:
—Por amor de Dios, ¿qué es lo que quiere? —ladró.
—Comprender.
—Eso es muy ambicioso para un tipo como usted.
—Lo sé.”
Dicker, Joël. “La verdad sobre el caso Harry
Quebert.”
b)
“–Esto es maravilloso
-dijo cuando el señor Flawse hubo terminado-. No podría desear nada mejor.”
“–Yo sí -dijo el señor
Flawse, mientras forcejeaba para ponerse la camisa de dormir-. Para librarme de
ti tendré que casarme con esa zorra.
–¿Con una zorra? – se
sorprendió Lockhart- Pero si yo creía…
–Con la madre, pedazo de
alcornoque -dijo el señor Flawse, y se arrodilló en el suelo-: ¡Oh, Señor, tú
que sabes que llevo noventa años torturado por los deseos carnales de las mujeres
-se lamentó-, haz que en estos postreros años de mi vida me sea otorgada la paz
que va más allá de toda comprensión y, a través de esta bendición tuya,
condúceme por el camino del bien hasta el padre del bastardo de mi nieto, para
que pueda azotar a ese puerco y dejarlo a dos dedos de la muerte. Amén.
Y después de esta nota de
alegría se metió en la cama y dejó a Lockhart a oscuras, que se desnudó
pensando en qué debía de ser eso de los deseos carnales de las mujeres.”
Pasaje de: Tom, Sharpe.
“El bastardo recalcitrante.”
c)
“Aquel gesto familiar
despertó en su alma una ola de recuerdos de su niñez y su juventud y, de
repente, las tinieblas que cubrían su espíritu se desvanecieron y la vida se le
presentó con todas las alegrías luminosas, radiantes, del pasado. Pero, no
obstante, no apartaba la vista del segundo vagón, que, por momentos, se
acercaba. Y en el preciso instante en que ante ella pasaban las ruedas
delanteras, Ana lanzó lejos de sí su saquito de viaje y, encogiendo la cabeza entre los hombros,
se tiró bajo el vagón.
Cayó de rodillas y, con
un movimiento ligero, abrió los brazos, como si tratara de levantarse.
En aquel instante se
horrorizó de lo que hacía. «¿Dónde estoy? ¿Qué hago? ¿Por qué?», se dijo. Quiso
retroceder, apartarse, pero algo duro, férreo, inflexible, chocó contra su
cabeza, y se sintió arrastrada de espaldas.
«¡Señor, perdóname!»,
exclamó, consciente de lo inevitable y sin fuerzas ya.
El hombrecito de sus
pesadillas, diciendo en voz baja algo incomprensible, machacaba y limaba los
hierros.
Y la luz de la vela con
que Ana leía el libro lleno de inquietudes, engaños, penas y maldades, brilló
por unos momentos más viva que nunca y alumbró todo lo que antes veía entre
tinieblas. Luego brilló por un instante con un vivo chisporroteo; fue
debilitándose… y se apagó para siempre.”
Tolstoi, León. “Ana
Karenina.”
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